Cuando las mentiras se vuelven una enfermedad


Cuantas veces nos hemos topado con personas que sabemos de sobra que están exagerando la realidad, incluso mintiendo, y es que a decir verdad todos decimos mentiras en algún momento por diversos motivos, "mentirillas blancas", pero cuando ya no podemos dejar de mentir, ¡cuidado! esto puede ser una enfermedad.

Para empezar la mitomanía, es un trastorno psicológico que consiste en mentir de manera compulsiva y patológica. El mitómano falsea la realidad para hacerla más soportable e incluso puede tener una imagen distorsionada de sí mismo, generalmente con delirio de grandeza.

Lo habitual es que el mitómano mienta sin valorar las consecuencias de sus mentiras, por eso adopta ese comportamiento basado en el papel que desempeña en sociedad y crea comportamientos falsos para sostener todos sus engaños.

Por ejemplo: “Natalia es mitómana: siempre habla de sus viajes por el mundo pero ni siquiera tiene pasaporte”, “Una cosa es decir una mentira piadosa, otra es convertirse en mitómano”, “La verdad es que no sabría cómo actuar si tuviera un familiar mitómano”.

Los niños y los adolescentes pueden convertirse en mitómanos cuando tienen una personalidad inestable y sus padres son excesivamente exigentes, cuando intentan satisfacer los deseos de amigos y maestros, terminan cayendo en mentiras frecuentes.

El mitómano miente para ganar prestigio, manipular a los demás o hacer daño. Es importante tener en cuenta que no se trata de un trastorno inofensivo, sino que la mitomanía tiene efectos negativos tanto sobre quien la padece como en quienes lo rodean.

Quien miente compulsivamente se enfrenta a grandes situaciones de estrés ya que debe sostener toda una cadena de irrealidades que terminan en situaciones penosas.



Resulta interesante señalar que muchas veces el mitómano llega a creerse sus propias historias, y a confundirlas con su vida real. Se trata de falsos recuerdos que, por lo general, consisten en relatos de grandes hazañas o de terribles actos, según las necesidades de el mentiroso.


No se deben minimizar las  consecuencias de la mitomanía, ya que no solo es una simple tendencia a retocar la realidad con historias ficticias; cuando un mitómano pierde el control, no sólo todas sus relaciones fracasan rotundamente, sino que puede incurrir en actos delictivos sin siquiera ser consciente de ello.

Así que ya sabes si conoces a alguien que no para de mentir, debes tener cuidado y ser cociente que es una enfermedad y si eres tú quien la padece, tienes buscar ayuda con un profesional.












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